“Con el auxilio de un perro y luego de dos tiroteos, matan en San Isidro al sátiro que en sus fechorías nocturnas asesinó a 15 mujeres en seis meses”, con este titular amaneció el país en el diario La Nación. Era el 27 de febrero de 1975. Se trataba de Francisco Laureana, un criminal que mantenía en vilo a San Isidro por sus fechorías.
Laureana sometía a las mujeres, las inmovilizaba, abusaba de ella y luego las mataba a tiros o las estrangulaba. Como buen asesino serial guardaba souvenirs de sus víctimas, como cadenitas, anillos y pulseras entre otras cosas. Lo buscaban hace mucho, pero no daban con su paradero, hasta que un buen día una mujer hizo una llamada anónima denunciando que lo había visto en una pileta.
La policía lo interceptó cuando ya se había retirado y estaba caminando por las calles de San Isidro. Al darse cuenta de la situación, Laureana desenfundó un revólver y abrió el fuego. Los oficiales lograron herirlo en un hombro, pero esto no detuvo al criminal, quien corrió y se escondió en un baldío. Un perro callejero lo descubrió y lo mordió provocando que el malhechor gritara y de esta manera lo descubrieran.
Laureana volvió a disparar y esta vez, a la policía no le quedó más remedio que matarlo, aunque no era eso lo que buscaban, ya que querían que confesara sus crímenes y que explicara el por qué de su malicioso accionar.
Al enterarse de lo sucedido su mujer no lo podía creer, afirmaba que todos los días antes de irse le recomendaba que cuidara a sus hijos porque había “mucho degenerado dando vueltas”. De este caso no se supo nada hasta el momento de la muerte de Laureana, ya que no se quería romper el clima de paz social impuesto por el gobierno de Isabel Martínez de Perón.
Quienes lo conocieron lo describieron como un hombre analfabeto, huraño y de mirada torva. Había llegado de Corrientes y se dedicaba a las artesanías.
Increíble, pero real. Laureana era un criminal del calibre del Petiso Orejudo, pero menos conocido que este o que Robledo Puch. El factor común de estos asesinos es que se trata de “locos morales” así lo describen los peritos psiquiátricos. Disfrutan rememorando sus crímenes, pasan por el lugar de los hechos y sienten placer al recordar lo que hicieron. Una vez que pasa el placer sienten un gran vacío que se traduce en las ganas de volver a matar.
Francisco Laureana, otro personaje nefasto de nuestra colección.
Texto: Pilar Cervetto
No hay comentarios:
Publicar un comentario