Cineclub

El crítico cinematográfico canadiense David Gilmour ofrece a su hijo Jesse un trato al que pocos padres se atreverían a darle una oportunidad: nada de escuela, nada de trabajo o pago de alquiler a cambio de no utilizar drogas y compartir con él la proyección de tres películas por semana. Teniendo el cuenta el perfil camorrero y problemático de su hijo, la elección inicial de abrir el cineclub casero con “Los cuatrocientos golpes” de François Truffaut no parece descabellada.

Pasar de una conflictiva relación padre-hijo adolescente a intentar debatir sobre aspectos técnicos, composición, guión y actuaciones es un gran logro, aunque parezca poca cosa. De allí a poder entablar conversaciones sobre política, sexualidad, drogas, amistad y delincuencia, hay un solo paso. El cine como nexo comunicante entre generaciones sustancialmente diferentes.

La historia comienza con una cita de Michel de Montaigne que dice: “la dificultad más importante conocida por los seres humanos radica en cómo criar a los hijos y educarlos”. Es precisamente este el lineamiento central del libro editado en nuestro país por Reservoir Books, intentar demostrarnos que desde “Un tranvía llamado deseo” hasta “Bajos instintos”, todas las películas tienen algo para enseñarnos.


Texto: Damián Serviddio


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