Algunos años después de los sucesos de la primera parte, la pandilla se reúne nuevamente para la boda del dentista Stu. Él junto a su novia, y sus amigos Phil, Doug y Alan –quien se encontraba profundamente deprimido por no haber sido incluido dentro de la lista de invitados en una primera instancia- vuelan a Tailandia para encontrarse con la familia de la futura señora.
Aún fresca en la memoria, la resaca vivida en Las Vegas en el casamiento anterior hace que estos amigos decidan llevar la despedida de soltero de manera más tranquila y sin tantos excesos… pero lo inevitable vuelve a ocurrir.
Dos días antes del gran día, Doug despierta tranquilo en su habitación, pero Phil, Stu y Alan amanecen en los suburbios de Bangkok junto a un tailandés con sobredosis, un mono traficante y el dedo del hermano de la novia dentro de una fuente con agua. ¿Qué fue lo que ocurrió la noche anterior? ¿Cómo llegaron a esa situación? ¿Dónde se encuentra el joven cuñado de Stu? ¿Podrán resolver el misterio antes del horario fijado para la ceremonia?
La respuesta son cien minutos de genuina diversión. Si bien el factor sorpresa que hacia las veces de combustible en la primera entrega ya no está –el esquema de esta secuela está prácticamente calcado de aquel filme- los guionistas y el director supieron insuflarle a la historia la suficiente gracia, variedad de situaciones y humor para adultos (sin recurrir a desnudos a granel, escatología y humor físico) como para hacernos olvidar que se trata de una segunda parte.
La base fundamental de esta posible franquicia es su trío protagónico, cada uno de ellos invariablemente odioso en su individualidad pero de una comicidad irresistible al moverse en su conjunto.
Reseña: Damián Serviddio
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