La vida de los otros
Investigadores que estudian cómo la sensación de bienestar de las personas varía de un lugar a otro decidieron comparar sus hallazgos con las tasas de suicidio. El resultado fue sorprendente: los sitios más felices a veces son también los que presentan las tasas más altas de suicidio.
"Las personas descontentas que se encuentran en un lugar feliz pueden sentir que son tratados con especial dureza por la vida", sugirió Andrew Oswald, de la Universidad de Warwick, en Inglaterra. Dicho de otro modo por su colega Stephen Wu, del Hamilton College de Nueva York, Estados Unidos, aquellos desdichados que se hallan rodeados por personas infelices quizá no se sientan tan mal.
Pero Wu pidió cautela en sacar conclusiones al decir: "No creo que eso signifique que si uno no es feliz debería estar alrededor de otras personas que tampoco lo sean".
Fuente: “Los riesgos de la felicidad ajena” publicado en Diario La Nación.
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Vampiros y destinos prohibidos
Priest – El Vengador
Sobre la faz de la Tierra siempre existieron dos especies dominantes: los hombres y los vampiros. Jamás convivieron en armonía y después de siglos de una brutal guerra la humanidad derrotó finalmente a sus enemigos más temibles.
Sólo unos pocos vampiros sobrevivieron a la purga salvaje y fueron relegados a un confinamiento extremo y eterno en unas reservaciones aisladas. Para ese entonces, con un plantea destrozado por completo, los hombres se refugiaron en amuralladas ciudades protegidas por la Iglesia. Los Sacerdotes, hombres y mujeres convertidos en héroes durante la feroz batalla, dejaron de ser útiles a los propósitos de sus jefes y fueron relegados a tareas humillantes, mal pagas y rechazadas por el resto de la sociedad.
La monotonía es interrumpida cuando llegan novedades desde uno de los puestos de control desperdigados por el páramo: la sobrina de un ex Sacerdote (Paul Bettany) fue secuestrada por un grupo de vampiros fugitivos. Sin contar con el apoyo de sus superiores, él rompe sus votos sagrados y emprende la búsqueda de lo que queda de su familia valiéndose de la ayuda del sheriff de la región (Cam Gigandet, “Noches de encanto”) y una antigua Sacerdotisa (Maggie Q, “Nikita”).
La misma dupla que el año pasado llevó adelante “Legión de ángeles” decidió protagonizar y dirigir esta cinta en un intento de potenciar aún más esa experiencia que mezclaba asesinos, ítems religiosos y seres endemoniados.
Aquí, sin embargo, el (deficiente) uso del croma para las escenas de acción, una caracterización poco sorprendente de los vampiros no videntes y las insípidas historias de amor que se vislumbran, no ayudan demasiado. Poco es lo que la dupla Bettany-Q pueden hacer al respecto.
Los agentes del destino
David Norris (Matt Damon), político en ascenso con grandes chances de acceder a una banca del Senado norteamericano descubre, a último momento, que una foto poco favorecedora evaporó sus oportunidades de triunfar. En el baño del hotel Waldorf Astria, mientras ensaya el discurso con el que admitirá la derrota, conoce a Elise Sellas (Emily Blunt), una bailarina que lo dejará impactado. Es amor a primera vista. Varios días después, camino a su nuevo trabajo, David vuelve a encontrarse con Elise y decide que esa misma noche la invitará a salir.
Fuera de todo plan, un grupo de hombres conocidos como el Bureau de Ajuste le informa a David que esa relación no debe prosperar y que ellos harán todo lo posible por evitarla. Él decide dejarla ir, pero no tardará en arrepentirse.
El prometedor comienzo (los primeros treinta minutos son de un atractivo impresionante) y la excelente química que existe entre el dúo protagónico (¿quién puede negarse al acento de Blunt?) auguraban un film a tener en cuenta. Con el correr del metraje, los cambios de rumbo, la solemnidad de ciertos pasajes, lo aún más inverosímil que se vuelve la historia (es ciencia ficción desde el comienzo, pero todo tiene un punto de inflexión) y las reiteradas complicación que debe enfrentar el personaje de Damon terminan por desperdiciar una de las premisas más originales que proponía la industria cinematográfica en este 2011.
Reseñas: Damián Serviddio
Insana obsesión
Preocuparse -o, mejor aún, ocuparse- por el cuidado de la salud personal no está mal. Siempre y cuando uno no lo haga en forma exagerada y desmedida. Es que a veces el perseguir una idea distorsionada de la salud puede incluso enfermar.
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con aquellos que pasan horas y horas en el gimnasio buscando una imagen corporal que jamás les será devuelta por el espejo, porque lo que buscan es un blanco móvil. Hacer actividad física es sano, pero pasarse la vida acumulando músculo y sintiendo que siempre falta más no lo es.
Comer muchas frutas y verduras también es sano, pero limitarse a comer las que proceden de una huerta orgánica y negarse a abrir la boca ante la presencia de un tomate sin certificado de origen, optando por el ayuno como norma en las reuniones sociales deja también de ser saludable.
Fuente: “Cuando la obsesión por el cuidado de la salud enferma” por Sebastián A. Ríos
Hanna
Hanna (Saoirse Ronan, “Desde mi cielo”) es una adolescente de dieciséis años que vive en medio de un bosque del Norte de Finlandia, aislada de la sociedad, acompañada únicamente por su padre. Erik (Eric Bana) tiene devoción por su hija, a quien entrena para convertirla en una guerrera de elite desde que era pequeña: fuerza, resistencia y agudeza son las principales armas que él pretende otorgarle para cuando llegue el momento tan temido. Como buen ex-agente de la CIA le brindó lecciones de lucha cuerpo a cuerpo, caza, cultura general y técnicas de engaño. El día D llega: la misión para la cual siempre fue destinada Hanna entra en acción y Erik sólo puede confiar en que su hija sobrevivirá y podrá reunirse con él en Berlín.
Marissa Wiegler (Cate Blanchett), una agente de inteligencia vinculada con el pasado de esta pequeña familia, envía un equipo de agentes detrás de Hanna y ella misma se pone al frente del escuadrón que inicia una mortal persecución a través de Europa para callar definitivamente el secreto que Hanna guarda.
El director Joe Wright (encargado de la más reciente versión del clásico “Orgullo y Prejuicio” y de la excelente “Expiación, deseo y pecado”) es dueño de un estilo personal que ha marcado su producción hasta el momento, pero es innegable cierto aroma al cine de acción del francés Luc Besson en “Hanna”. La música electrónica, a cargo de The Chemical Brothers, para subrayar los momentos de adrenalina pura, bastaría como ejemplo. Sin embargo, Wright va más allá y además de la psicodélica escena del escape de la protagonista por los túneles que la conducen al desierto marroquí, nos vuelve a regalar un extensísimo y coreografiado plano secuencia. Ese pequeño gran detalle al que nos tiene malacostumbrados. La precisión y frialdad de Blanchett en su composición de Wiegler es simplemente atemorizante.
Reseña: Damián Serviddio
X-Men: Primera Generación
En medio de la Guerra Fría y de la lucha por la conquista del espacio que libraron encarnizadamente Estados Unidos y la Unión Soviética, una raza de seres humanos mutantes comenzaba a alzarse al reparo de los ojos de la sociedad.
Es por estos años cuando el recién graduado en medicina genética Charles Xavier (James McAvoy) conoce a Erik Lehnsherr (Michael Fassbender), un enfurecido sobreviviente del nazismo que busca vengar el asesinato despiadado de su madre (viaje que lo llevará incluso a la Argentina, hasta una patagónica y montañosa… ¡Villa Gesell!).
Llamados a ser enemigos en un futuro no demasiado lejano, en la década del sesenta se convirtieron en grandes amigos que decidieron trabajar mancomunadamente para evitar el advenimiento de la Tercera Guerra Mundial.
Antes de adoptar los nombres de Profesor X y Magneto, Charles y Eric fueron dos jóvenes que intentaban controlar sus poderes y ser aceptados por el mundo.
Esta vuelta a los orígenes de la popular serie basada en los comics de Marvel se propone dar respuesta a cómo se conformó el grupo conocido como X-Men, cómo Charles llegó a ser paralítico, quién fue el creador del neurotransmisor Cerebro, entre muchas otras incógnitas. Cabe destacar que es notoriamente más atractiva, poderosa y contundente la mirada sobre el origen de los personajes del futuro bando de los malos que de quienes se convertirán en los héroes de la saga.
Algunos personajes nuevos son novedosos y hasta sorprenden dos cameos que deleitarán a los seguidores de la historia, pero es justo decir que esta quinta entrega de la franquicia es la menos inspirada de todas.
Reseña: Damián Serviddio
¿Qué pasó ayer? Parte II
Algunos años después de los sucesos de la primera parte, la pandilla se reúne nuevamente para la boda del dentista Stu. Él junto a su novia, y sus amigos Phil, Doug y Alan –quien se encontraba profundamente deprimido por no haber sido incluido dentro de la lista de invitados en una primera instancia- vuelan a Tailandia para encontrarse con la familia de la futura señora.
Aún fresca en la memoria, la resaca vivida en Las Vegas en el casamiento anterior hace que estos amigos decidan llevar la despedida de soltero de manera más tranquila y sin tantos excesos… pero lo inevitable vuelve a ocurrir.
Dos días antes del gran día, Doug despierta tranquilo en su habitación, pero Phil, Stu y Alan amanecen en los suburbios de Bangkok junto a un tailandés con sobredosis, un mono traficante y el dedo del hermano de la novia dentro de una fuente con agua. ¿Qué fue lo que ocurrió la noche anterior? ¿Cómo llegaron a esa situación? ¿Dónde se encuentra el joven cuñado de Stu? ¿Podrán resolver el misterio antes del horario fijado para la ceremonia?
La respuesta son cien minutos de genuina diversión. Si bien el factor sorpresa que hacia las veces de combustible en la primera entrega ya no está –el esquema de esta secuela está prácticamente calcado de aquel filme- los guionistas y el director supieron insuflarle a la historia la suficiente gracia, variedad de situaciones y humor para adultos (sin recurrir a desnudos a granel, escatología y humor físico) como para hacernos olvidar que se trata de una segunda parte.
La base fundamental de esta posible franquicia es su trío protagónico, cada uno de ellos invariablemente odioso en su individualidad pero de una comicidad irresistible al moverse en su conjunto.
Reseña: Damián Serviddio
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