El arquitecto Edgar Freemantle era un genuino triunfador, con el sueño americano plenamente cumplido, hasta que en un accidente el lado izquierdo de su cráneo se golpeó con tanta fuerza que se fracturo en tres sitios. Esta contusión por contragolpe no fue nada en comparación a la fisura de costillas, el destrozo de su cadera, la perdida de visión y la amputación del brazo derecho. Según sus médicos, Eddie debía quedar mentalmente incapacitado. Pero para cuando ese peligro se hubo evaporado, la que si se había ido era su esposa: cuidar a un lisiado era demasiada responsabilidad para una cónyuge harta de una convivencia malograda.
Poniendo en marcha el plan de “cura geográfica” propuesto por su amigo el Dr. Kamen, Edgar decidió alquilar la atractiva casa Big Pink y mudar su maltrecho cuerpo y sus acrílicos a las plácidas arenas de Duma Key. Allí despertó un día sintiéndose mejor que nunca y decidido a emprender una aficionada carrera artística. Mas sus retratos no eran simplemente ensoñaciones plasmadas sobre el lienzo, sino visiones del futuro y revelaciones de una de las familias más renombradas del pueblo. Hay hechos que no pueden ser catalogados de casualidades. ¿Podrá ser el arte de Freemantle una nueva versión de los furiosos arrebatos de la escritura autómata?
Con guiños a obras previas como “Historias fantásticas”, “El resplandor” y “Pesadillas y alucinaciones”, y por primera vez en mucho tiempo, Stephen King sitúa la acción en Florida y no en su acostumbrada Maine. Duma Key es una novela que apela al relato fracturado y surrealista propio de las tribulaciones sufridas por su protagonista. Para los que jamás hayan leído al autor best-seller, sería recomendable comenzar con una propuesta más simple; incluso los fanáticos de King tal vez no encuentren sus expectativas plenamente satisfechas: las más de setecientas páginas son demasiadas para un relato por momentos incontundente.
Texto: Damián Serviddio
1 comentario:
todo lo mejorrrr para hoy
mucha Merd!!!!!!
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