El pibe que arruinaba las fotos

Cuenta Hernán Casciari que a los tres años empezó a desarrollar una patología extraña, una especie de tic nervioso, una gracia infantil con poco de chistoso, un mal que sufrió en silencio y que recién en la actualidad, casi treinta años después, se atreve a contar. Cada vez que un flash se disparaba, la cara del pequeño Hernán se desfiguraba en una espantosa mueca que tomaba las mejillas infladas de Carlos Villagrán, la boca de Marrone, la bizquera de Susana Giménez y la cabeza ladeada de Stephen Hawking.

La familia mitigaba tamaña deformidad, sólo el abuelo Marcos no minimizaba el asunto, diciendo constantemente que su nieto era un pelotudo y que se debía hacer algo con prestancia de médico. La consecuencia de ignorar lo inevitable era que el Hernán adulto apareciera o muerto en una zanja o haciendo bolos en las pseudo comedias de Sofovich.

Tomando esta situación como punto de partida, el autor de “Más respeto, que soy tu madre” repasa su vida en Mercedes, su exilio a Europa, la presentación de su primer libro, la amistad con su compinche de toda la vida, las primeras aventuras de joven adulto en Buenos Aires, su adolescencia vertiginosa, el nacimiento de su hija… Realidad y “anécdotas mejoradas” se mezclan para brindar un relato tierno y ácido en dosis semejantes, una dualidad que retrata su vida en consonancia con la de muchos de los posibles lectores de esta obra. Una novela semi-auto-biográfica que divierte, reflexiona, emociona e inquieta al mismo tiempo.

Texto: Damián Serviddio


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