Seis tumbas en Múnich

Luego de una exigida infancia debido a su asombroso potencial intelectual (incluyendo el estudio de criptografía y teoría de códigos), y tan sólo un día después de que los japoneses atacaran Pearl Harbor, Mike Rogan obtenía su doctorado y tras escribir una carta al Jefe del Servicio de Inteligencia Militar estadounidense, comienza a trabajar para el gobierno. Al cabo de tres meses, ya estaba al mando de la sección europea. Sin embargo, cuando los aliados invadieron Normandía en junio de 1944, el caudal de información hizo que Rogan cometiera un par de descuidos. La policía secreta alemana no tardó en detenerlo junto a su esposa Christine, embarazada de cinco meses, y llevarlos al Palacio de Justicia de Múnich. Allí las cosas se salieron de control y todos los interrogados terminaron muertos, con la sorpresiva excepción de Mike, quien sobrevivió a un disparo en la cabeza.

En 1955, diez años después del final de la Segunda Guerra Mundial y por mucho que Mike Rogan quisiera, el no podía olvidar. Ni el asesinato de su esposa Christine a manos de la Gestapo, ni el candor de Rosalie, la prostituta amante de las rosas que descubrió su plan de revancha. El fantasma de un muerto tratando de acallar las voces que lo atormentan puede ser mucho más implacable que cualquier sangriento sicario tradicional y varias ciudades europeas serán escenario de su raíd mortal en busca de los asesinos de su mujer.

Escrita originalmente bajo el seudónimo de Mario Cleri tan solo dos años antes de que Mario Puzo se consagrara a nivel mundial con la publicación de la primera parte de “El Padrino”, la novela corta “Seis tumbas en Múnich” es esencialmente, y como reza su subtítulo, una historia criminal movida únicamente por la venganza. Después de disfrutar esta obra, uno nota a las claras de donde pudo haber tomado su inspiración el director Quentin Tarantino para su sádica saga “Kill Bill”.

Texto: Damián Serviddio

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