Año Nuevo
En el último día de este 2011, un nutrido grupo de neoyorquinos interactuarán de manera imprevista y todos serán responsables de que el otro concluya lo mejor posible el año que se va. Desde la encargada de que la bola de luces del Times Square caiga apropiadamente (Hilary Swank) hasta un enfermo terminal cuidado por una triste enfermera (Robert de Niro y Halle Berry), pasando por una adolescente y su controladora madre (Abigail Breslin y Sarah Jessica Parker), la chef del catering (Katherine Heigl) de un empresario discográfico (Josh Duhamel) que tiene como máxima figura a un cantante (Jon Bon Jovi) al que su corista (Lea Michele) acaba de quedar encerrada en un ascensor con su depresivo vecino (Ashton Kutcher). Además, una cincuentona disconforme con su vida (Michele Pfeiffer) decide contar con la ayuda de un cadete (Zac Efron) para cumplir con algunas misiones de año nuevo, y dos parejas de futuros padres compiten por que su hijo sea el primer bebé nacido en el 2012.
En esta insulsa comedia dirigida por Garry Marshall, quien tiene un pequeñísimo cameo que podrán descubrir prestando atención, las (demasiadas) historias no fluyen entre sí, fragmentando el relato de manera negativa. Con poca comicidad y alguna emoción más genuina desde las vetas dramáticas que se despuntan por aquí y allá, “Año Nuevo” es un mal intento de replicar el éxito que la inglesa “Realmente Amor” consiguió ochos años atrás. Marshall continúa filmando como en la década del noventa, pero el público y el cine cambiaron: la acumulación de grandes nombres no asegura calidad, aunque sí grandes posibilidades de arrasar con la taquilla. Aquí el espectador se siente como en una red carpet, con infinidad de estrellas afianzadas y nuevas que se pasean por la pantalla no más de diez minutos seguidos. La interacción de muchos relatos simultáneos no es tarea sencilla y algunos guionistas demuestran no estar a la altura del desafío.
El precio del mañana
En un futuro no demasiado alejado de nuestro presente, los niños nacen con un reloj digital grabado en su brazo. Este cronómetro fluorescente indica el bien más preciado con el que la humanidad cuenta: el tiempo. Hasta los veinticinco años, todos viven una existencia similar a la del siglo XXI, sin embargo, al llegar a la nueva mayoría de edad, comienza la cuenta regresiva: a partir de ese momento sólo les queda 365 días de vida. Cada trabajo que realicen, cada artículo que compren, cada viaje que hagan se abonará y cobrará en minutos, horas, días y años.
El obrero Will Salas (Justin Timberlake) tendrá la ¿desgracia? de recibir más de un siglo de parte de un anciano cansado de la vida eterna. A partir de allí, iniciará una carrera contra el tiempo, tratará de proteger a su familia, se enamorará de la hija de un millonario de los segundos (Amanda Seyfried) e intentará hacer una repartición más justa del tiempo que sólo unos pocos guardaban para si.
Una de las propuestas de ciencia ficción más originales de los últimos meses termina desaprovechando todo el potencial que presentaba en su primera hora. A partir del punto medio, lamentablemente, se trasforma en un film más del montón, donde la acción y el romance se llenan de un cúmulo de ruidos y golpes de impacto.
Volviendo a sus varios logros, “El precio del mañana” critica la velocidad con la que vivimos, la falta de atención a los valores y la familia, el enfriamiento de los vínculos sociales. En este nuevo mundo los minutos son la moneda de cambio más valiosa, se alienta la supremacía del más fuerte, se mantiene a la diversas clases sociales separadas y aisladas y un auto puede llegar a valer diecinueve años, más impuestos (!) Timberlake está cada vez más consolidado como protagonista de tanques hollywoodenses y Seyfried nos brinda su costado más femme fatale hasta la fecha.
Reseñas: Damián Serviddio
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