Tras la propuesta matrimonial que el vampiro Edward le hiciera a su amada Bella al final de la entrega anterior, este comienzo del final de la saga vampírica más exitosa de la década no defraudará a sus seguidores literarios.
Luego de una boda mágica en el bosque que rodea la mansión de la familia Cullen, los recién casados partirán a una isla brasileña para consumar su amor. Pero de regreso, no volverán solos. A partir de allí, todo se convierte en una vorágine de dolor, peligro y muerte. Ahora Edward, Bella y Jacob deberán decidir cómo continúan este triángulo de amor y odio frente al nuevo escenario que se les presenta.
Aunque es cierto que con el correr de la franquicia el clima perfecto que se había logrado en Crepúsculo se fue perdiendo, al trío protagónico se lo nota cada vez más cómodo en la piel de sus personajes. Ver reír a Kristen Stewart en más de una oportunidad refleja el clima distendido con el que arranca este cuarto filme, que encuentra en los graciosos discursos de familiares y amigos durante la fiesta uno de los pocos momentos relajados de una historia, que se irá tornando cada vez más oscura con el correr del metraje.
A pesar de la gran fidelidad con el material original (en la transposición, sin embargo, se redujo el nivel de sangre en ciertos momentos clave de la historia) hay que mencionar que en esta oportunidad el dúo Stewart-Pattinson brindó poca sensualidad y pasión y que al pobre Taylor Lautner le tocó ponerle la voz al pasaje más ridículo de la saga: una discusión telepática con otros lobos.
Reseña: Damián Serviddio
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