Matar a los padres, para los parricidas, es un acto de liberación. En la mayoría de los casos, según estimaciones de la práctica profesional, una forma extrema de decir "¡Basta!" a años de soportar en silencio gestos, palabras y actos de sometimiento y dominación. Pero ¿qué secuelas quedan en la mente y la personalidad de los que matan? ¿Sienten culpa? ¿Pueden reincidir?
Resulta muy difícil encontrar estudios locales en los que, tras un seguimiento psiquiátrico riguroso, se respondan esas preguntas. Sin embargo, especialistas reconocidos por su trabajo con adolescentes o jóvenes que cruzaron esa línea o que lo intentaron aportan algunas claves.
"Son personas muy dominadas durante mucho tiempo y que llegan a matar porque un día estallan con una enorme carga de emoción. También puede ocurrir en chicos que se identifican con la madre y que ven cómo el padre la maltrata hasta que, hartos, un día lo matan. En algunos casos, es la madre la que mantiene un vínculo incestuoso con un hijo, que va soportando hasta que no lo soporta más", explicó a La Nacion el profesor doctor Mariano Castex, docente de la Facultad de Derecho de la UBA y director del Centro Interdisciplinario de Investigaciones Forenses de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.
Fuente: “Parricidio: qué secuelas quedan en la mente de los que matan” por Fabiola Czubaj.
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