Autos, Elefantes y Cosas

Rápidos y Furiosos 5: Sin Control
Convertidos en prófugos tras ayudar a Dom en su escape de la cárcel, Brian y Mía se encuentran escondidos en río de Janeiro con la intención de comenzar una nueva vida con la ayuda de Vince. Pero la tentación es grande y la posibilidad de un nuevo trabajo robando autos de lujo es demasiado jugosa como para dejarla pasar. Mientras conforman un nuevo equipo de expertos y aguardan la llegada de Dom, Luke Hobbs -un implacable agente federal- es enviado a Brasil para capturar de una vez y para siempre a este dúo delictivo. A medida que la cacería avance, Hobbs se verá forzado a replantearse su fidelidad y decidir el futuro de Brian, Dom y Mía.

La fiebre por la ciudad carioca parece estar recién comenzando: no sólo el filme animado “Río” lidera la taquilla nacional desde hace un mes, sino que una decena de propuestas que llegarán a los cines de aquí a dos años están siendo rodadas en esa urbe brasileña. En el caso de la quinta –y seguro, no última- entrega de la franquicia “Rápido y Furioso” todo comienza con una introducción de alto impacto, marca registrada de todas las películas de la serie.

Con Paul Walker, Vin Diesel y la incorporación de Dwayne Johnson al reparto principal, la saga vuelve a demostrar que tienen un mecanismo tan probado, aceptado y aceitado que sus responsables saben cuándo es el momento ideal para introducir nuevos personajes, hacernos saltar de la butaca con impresionantes e improbables persecuciones y dejarnos con la contradictoria sensación de querer ver un poco más de estos fantásticos autos. Una curiosidad: no se vaya no bien termina la película, ya que una escena adicional presenta la posible continuación de la historia.


Agua para elefantes
Jacob (el casi inexpresivo Robert Pattinson) es descendientes de polacos y se encuentra cursando sus últimas materias de la carrera de veterinario. Cuando la vida quiera que sus certezas, su humilde pero seguro modo de vida y su pequeña familia se transformen para siempre, se verá en la necesidad de comenzar de cero. Desesperado, sube de polizón a un tren que resulta ser de la compañía de los hermanos Benzini, “uno de los mejores circos del mundo”. Contratado como asistente y cuidador de las fieras que viajan junto a los payasos, acróbatas y demás artistas, conoce a Marlena (Reese Witherspoon), estrella del circo y esposa del administrador, que cumple además las tareas de maestro de ceremonias (Christoph Waltz). Obstáculos, temores y Gran Depresión mediante, Jacob y Marlena comenzará un romance con peligrosas consecuencias para ambos.

La novela best-seller de Sara Gruen que dio origen a esta película fue publicada en el 2006 y se mantuvo durante doce semanas en la lista de los libros más vendidos del New York Times. Con motivo de ese suceso, la escritora comentó: “Agua para Elefantes es acerca del amor en todas sus formas: entre hombres y mujeres, entre familias y entre gente y animales. Es acerca de las distintas formas en las que nos tratamos. En algunas ocasiones lo hacemos bien, en otras no”. Lamentablemente su transposición a la gran pantalla no resultó del todo efectiva.

Con una supremacía del esteticismo por el simple hecho de la majestuosidad visual (no porque fueran funcionales al relato, como en el caso de la extraordinaria serie “Carnivale”), una pareja central con poca química (aún menos deseo y escasa sensualidad en sus escenas conjuntas) y una previsibilidad constante en todas las acciones (quién puede dudar cómo comenzará, se desarrollara y concluirá esta historia de amor), “Agua para elefantes” es de esas adaptaciones cinematográficas que pueden resultan muy buenas o todo un fiasco. Sin caer en extremos, y viendo todos los esfuerzos y recursos puestos en su desarrollo, se puede asegurar que pequeños cambios hubieran hecho del filme una propuesta mucho mejor.




Que la cosa funcione
Boris Yellnikoff es un misántropo malhumorado que por casualidad, después de una de sus desoladoras conversaciones con sus amigos acerca del sinsentido de la vida, conoce a una veinteañera sureña con la que comienza un romance de lo más particular, basado en el coeficiente intelectual de él y en la sed de conocimiento de ella. Boris sufre constantes ataques de pánico, se considera un genio por haber estado cerca de ganar el Premio Nobel por sus trabajos sobre física cuántica, tiene un alto concepto de sí mismo y una opinión negativa sobre toda la raza humana.
Su pobre existencia se verá aún más revuelta cuando los padres de su joven enamorada lleguen a New York y, embriagados por las luces de la ciudad, cambien radicalmente su comportamiento.

Larry David (creador de las aclamadas series Seinfeld y Curb your enthusiasm) encarna de algún modo al alter ego de Woody Allen quien no bien arranca, además de quebrar la cuarta pared para dirigirse de modo directo a la audiencia, larga una sentencia de muerte: “la raza humana es una especie fallida”. Pesimista e irascible, este regreso a su cuidad natal –después de su paso por Europa que retomará con el estreno de “Midnight in Paris” y un futuro rodaje en Roma- le sentó de maravillas a Allen, quien aprovecha este retorno a la Gran Manzana para hacer un poco de turismo visitando los hot spots de la urbe.

En “Whatever Works” Larry David (en su primer protagónico de peso en cine tras su reconocida carrera televisiva) y Evan Rachel Word conforman una excelente pareja para enfrentar todos los duelos punzantes propuestos por Allen. La incorporación de Patricia Clarkson en la segunda mitad de la historia trae aires renovados a esta heterogénea convivencia de personalidades.

Reseñas: Damián Serviddio

No hay comentarios: