En 1969 la misión del Apolo dirigida a tocar suelo lunar escondía una intención secreta: dirigirse al lado oscuro del satélite para adentrarse en una nave proveniente de un planeta desconocido donde se guardaba una tecnología que superaba a la conocida por el hombre. Más de cuarenta años después, aquello que Armstrong trajo consigo a la Tierra será el objeto de una nueva disputa entre los Autobots, liderados por Optimus Prime, y los Decepticons. Una vez más, y sin proponérselo, “el imán para los conflictos extraterrestres” como se refieren en un momento a Sam Witwicky (Shia LaBeouf), deberá salvar a sus amigos y al mundo entero.
Esta tercera entrega de la saga iniciada en 2007 por el trinomio compuesto por la juguetería Hasbro, el pochoclero director Michael Bay y el productor ejecutivo Steven Spielberg, parece alcanzar el límite de lo tolerable. Extensísima por donde se la mire (son eternos 154 minutos) y con menos coherencia que sus predecesoras, lo que ya es decir bastante, sólo el prólogo parece tener algún valor narrativo. El resto es pura fórmula marketinera. Frases aleccionadoras pretendidamente solemnes, alguna que otra sutil alegoría a la política bélica norteamericana y un desenlace que se hace rogar por más de cuarenta minutos. Transformers 3 es mucho, mucho (demasiado) ruido y poco cine.
Reseña: Damián Serviddio
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