Minoristas y mayoristas, industriales y distribuidores, supermercadistas, almaceneros, quiosqueros y empleadas de boutique reconocen la vigencia de ciertas claves de marketing para obtener una mayor rentabilidad. Entre los fundamentos básicos, según esta visión, el producto adecuado tendrá un desarrollo exitoso si está exhibido en el lugar adecuado, al precio adecuado y en el momento adecuado.
Pero aunque se viva en un mundo en el que todo se ofrece como en las góndolas de un supermercado cósmico, existen clientes insatisfechos a los que las promociones no les interesan y actúan como unos infieles ante las cadenas y las marcas.
Gabriela Roldán, ama de casa de Villa Ballester, es de esas personas a las que no las atraen las promociones. "De hecho, no tengo carnet de ningún supermercado. Y debo decir que cuando mis amigas me dicen que estoy físicamente bien les confieso que no como nada light ni cero ni bajas calorías ni bajo colesterol. Tampoco pruebo productos que en su etiqueta anuncian nuevo o nueva fórmula. Además, compro el producto más barato de su categoría. Y me molesta que los paquetes de galletitas tengan el aspecto de un pequeño bandoneón desinflado. Que no salga la sal. Que nadie sepa decirme qué hay que hacer con las pilas usadas. Me parece absurdo también que un kilo de snacks con gusto a maíz sea más caro que un kilo de lomo. Y no hablemos de los talles únicos que debemos sufrir las mujeres a la hora de comprar ropa", se descarga.
Y, como Roldán, hay muchos consumidores que piensan así.
Fuente: “Esa gente insensible a las promociones” de Alejandro Schang Viton
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